domingo, 8 de julio de 2018

La bella imperfección de la Parroquia

Me he mudado, y he vuelto a repetir otra vez lo mismo....
.... o no.

Cuando un marica llega un nuevo barrio es casi obligado responder a un ritual de varios pasos: abrir el Grindr para ver quiénes son tus vecinos, buscar el gimnasio más cercano, y por último abrir las cajas de la mudanza (las prioridades son las prioridades, ya se sabe).

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Esta vez me he quedado un poco detenido en el segundo de los pasos: buscar gimnasio. Mientras estaba buscando alternativas (ahora vivo en el centro pero sigo siendo pobre), me asaltó un pensamiento fugaz pero profundo. Una pregunta para ver si era justificado gastarse 300€ al año en el gimnasio:
"¿Realmente lo estoy haciendo POR Y PARA MÍ?"

Y dudé... y yo dudé de él..... 

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Lo que vengo a decir es que me surgió la duda, no supe responderme rápidamente a mí mismo. Me gusta pensar que lo del gimnasio lo hago para mí mismo, para verme mejor, sentirme con más energía; y todas esas cosas que uno dice para no tener que decir en voz alta que realmente lo haces para impresionar a los demás y tener algo chulo que contar. Y como he dudado, he decidido no hacerlo. 
¿Significa esto que me voy a dedicar a comer
donuts y rascarme el escroto todo el día en mi casa? 
Por supuesto que no, pero haré ejercicio de otra manera. Volveré a caminar más, haré ejercicio en casa con las ventanas lacradas y tapiadas para que nadie me vea, y cuidaré lo que como. Y me guardaré esos 300€ para ir a visitar a mi hermana y su familia, hacer algún curso que me enriquezca las "nuronas", o volver a Tokyo.

Hacer ejercicio y estar en forma es importante: repercute positivamente en la salud, aumenta tu autoestima, y te provee de una sensación de logro personal. Pero muy en el fondo uno siempre se debe cuestionar las razones verdaderas por las que hace determinadas cosas. He decidido que quizá sea mejor
reivindicar los cuerpos "normales" que buscar obsesivamente la perfección. Yo no tengo genética para ser un Adonis Griego, y probablemente sea más feliz siendo consciente de ello y actuando en consecuencia. No hablo de resignación, hablo de no intentar imposibles para complacer a los demás... especialmente cuando "los demás" son perfectos desconocidos que no se interesan por quién eres, sino más bien por llevarse a la cama el nuevo producto que han encontrando en la estantería de promociones del supermercado (en mi caso sería la de "productos a punto de caducar").

Tengo 38 años, y mi cuerpo tiene marcas de guerra. Marcas de haber vivido 38 años. Tengo cicatrices varias de cirugías, tengo marcas en la espalda de rascarme granitos que me salen cuando tengo ansiedad, me salen cuatro pelos asimétricos en el pecho, tengo un pelito en la punta de la nariz como si fuese una bruja, tengo las orejas que son de mi padre (y que llevo con orgullo) que parecen de un Elfo que ha tenido un accidente de tráfico. Todas estas marcas de batalla también me hacen quien soy, e igual es hora de aceptarlas como parte de mí. Repito que en ningún momento recomiendo la resignación, pero digo que quizá sea hora de intentar mejorar las cosas que a uno no le gustan de sí mismo, pero solo si de verdad no te gustan A TÍ MISMO... no a otros.
A mí me han rechazado porque en el momento de la desnudez me han visto esos granitos a los que me refería anteriormente. Pero en lugar de volver a casa deprimido y esconderme bajo las sábanas, ésa experiencia me ha hecho reafirmarme en el concepto de que no tenemos cuerpos "perfectos" (siempre discutiendo el concepto de "perfección") y que no es necesario que los tengamos. Nuestros cuerpos son un mapa de las cosas que hemos vivido, tienen manchas de aquella vez que te quemaste con agua caliente, estrías de aquellos hijos que has parido, pieles menos elásticas por los años que llevas en este mundo, ausencia de cabello por la cantidad de testosterona heredada de tu padre y de tu abuelo. 

Ayer estuve en el centro de Madrid viendo algunos conciertos de las festividades del Orgullo LGTB, y me sorprendió la cantidad de gente "normal" que había. Gente que no medía 1,90 mts., que no estaban forrados de músculos, que no tenían grandes melenas ni pieles bronceadas. Gente con un poquito de sobrepeso, con poco pelo, con canas, con lunares en la cara, mayores de 26 años¡Y eran todos tan bellos!
Que en un momento de revelación me di cuenta que la realidad está en la calle, no en las APPS de los móviles.

Nosotros somos nuestros cuerpos y nuestros cuerpos detallan una vida rica en batallas ganadas y perdidas. Tu cuerpo no es un "handicap", es tu templo. 
Asi que si vas a ponerte a hacer reformas, ¡Adelante!
Pero asegúrate de ser tu propio arquitecto, porque si reformas tu templo todos los días para conformar a cada uno de los feligreses; el día que ya no quieran venir a escuchar la homilía, te habrás dado cuenta del tiempo que perdiste haciendo reformas, y lo VACÍA que se te ha quedado la misa.

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