Ahora entonces empezamos a pensar que quizá, y solo “quizá”,
haya que traer la producción de material médico a España para no ser tan
dependientes del exterior. Ahora nos damos cuenta que liquidar el tejido
productivo de un país es aceptar una enorme vulnerabilidad en tiempos de
necesidad. Ahora… recién ahora… Pero bienvenido sea.
Pero vayamos un poco más allá; ¿Por qué traer solo la
producción de mascarillas y respiradores? ¿Por qué no empezar a fabricar
destornilladores, cinta aislante, servilletas, calcetines, bandejas de
desayuno, lápices? ¿Por qué no empezar a producir aquí los vasos de plástico,
los cargadores de móvil, los cordones para los zapatos, las chanclas de playa,
las gafas para la piscina? Ah…. Es que nos van a salir más caros que en China,
y si son más caros no los vamos a comprar. Entiendo…. O no.
Cuando hablamos de traer la producción de China a España (o
a Europa por lo menos), nos llenamos la boca de patriotismo, pero luego si
existe la posibilidad de comprar un vaso de plástico Chino por 0,30€, lo
preferimos a comprar uno fabricado en Toledo que cueste 0,90€. Preferimos unos
calcetines fabricados en Pakistán por 5€ los cinco pares, que tres pares por 6€
fabricados en un polígono de Huelva. Igual no solo los gobiernos tienen que
cambiar de prioridades, sino nosotros también.
Yo sé que todos somos unos asalariados de porquería, que
llegamos a fin de mes contando con los dedos de una mano las monedas de un euro
que nos quedan en la cartera, y por eso vamos a lo más barato posible. Lo sé, y
lo entiendo. Pero quizá deberíamos pensar más allá. Porque comprar un vaso de
0,30€ no beneficia a nadie; a ti no te saca de pobre, y al Chino que está 12
horas encerrado en una fábrica produciéndolo tampoco. Igual hay que pensar que
si gastas 0,90€ en un vaso fabricado en Toledo, no vas a ser menos pobre; pero
igual ayudas a que una persona en Toledo tenga un puesto de trabajo. Y quizá
esa persona de Toledo se venga a Madrid a tomar unas cañas una vez por semana y
se deje 5€ en el Bar de Pedro, ese que está en la esquina de tu casa y que
tanto te gusta porque te saluda por tu nombre cada mañana que pasas a buscar el
pan. Y dicho sea de paso, resulta que Pedro compra el pan en la panadería de la
esquina, esa que lleva 25 años abierta y que a duras penas sobrevive.
Hemos aceptado la globalización con los cuernos agachados.
Una globalización que beneficia a los de siempre; que nunca somos nosotros, ni tampoco
los que fabrican los productos que compramos a precio de miseria. Lo que se ha
globalizado es la pobreza, no la riqueza. Pero estamos encantados de comprar
cinco paños de cocina en el Chino por 3€, mientras a la salida vemos a un señor
durmiendo dentro de un cajero automático.
Igual deberíamos pensar con la cabeza y el corazón puestos
un poco más allá. Un poco más allá de las 24 horas posteriores a este momento. Quizá
deberíamos asistir a cursos de economía colaborativa, a charlas sobre comercio
justo, a pequeños terremotos mentales que nos saquen de esta rueda en la que
estamos metidos. Una rueda extremadamente frágil, porque hemos desmantelado el
aparato productivo pensando que lo único que da de comer es el turismo y los
bares. Y el día que un virus entra por la puerta de atrás, nos deja con el
esfínter anal al aire. ¿Qué persona en su sano juicio va al casino y apuesta
todos sus ahorros a un único número en la ruleta? Nadie, ¿verdad? ¿Entonces por
qué hemos decidido apostar nuestro futuro y el de las próximas generaciones a 2
o 3 áreas de la economía? ¿Qué pasa si mañana los turistas deciden que Nigeria
es más bonita que España? ¿Qué pasa si mañana se descubre que las cervezas en
casa saben mejor que en el bar? … ¿Se acabó? ¿Nos vamos todos a vivir debajo de
un puente?
Ojalá esta experiencia nos sirva más allá de aprender a
lavarnos las manos. Quizá nuestro problema sea justamente ese: que durante
demasiado tiempo nos hemos “lavado las manos” sobre muchos temas. Mucho me temo que tenemos memoria de mosquito,
y nos olvidaremos pronto de lo importante que es la sanidad pública, el pequeño
comercio, o el tejido productivo local. No soy muy optimista, pero al menos
creo que es hora de que nos paremos a pensar si vale la pena ahorrar 20€ al mes,
a costa de ir poco a poco destrozando nuestra riqueza como sociedad.
Lo viví en Uruguay, cuando decidimos que valía más la pena
comprar todo de Brasil porque era más barato. Nos fuimos erosionando nuestros
propios cimientos hasta que tuvimos que salir con el rabo entre las piernas a
buscar suerte en otro continente. Y en España llevamos años haciendo lo mismo, erosionando
nuestros propios cimientos.
No digo con ésto que la responsabilidad sea solo nuestra,
porque hay gente en posiciones de comando que tampoco hacen mucho para cambiar esto.
¿Pero sabes que cada tantos años puedes elegir si quieres que sigan los mismos ahí
arriba o no? …. No voy a ponerme a hacer política partidista ahora, pero lo
dejo caer.
Volviendo atrás, lo que digo es que hay una responsabilidad
individual, que tiene que ver con nuestro día a día y que podemos cambiar,
aunque cueste un poco de esfuerzo. Comprar en el pequeño comercio, gastar un
poquito más en productos prefiriendo lo local sobre lo importado, defender y
promover la difusión de la cultura de lo público sobre lo privado. Y si es
privado que al menos repercuta en todos nosotros, y no solo en unos pocos que
están en chalets a los que nunca vamos a entrar a menos que sea para limpiar
los baños.
Y ojo, que con esto no estoy diciendo que no tengamos que
comprar en un Chino, o que de pronto ahora tengamos que ver a la población
China como una especie de enemigo público (quizá no debería haber mencionado a
China tanto en este texto). Todo lo contrario; también hay pequeños comercios
(restaurants, cafeterías, tiendas de estética, etc.) regentados por personas de
origen Chino y que son parte de nuestra sociedad y que merecen esta misma
consideración. Solo digo que tenemos que volver a producir aquí, volver a
consumir aquí, intentar comprar de fuera solo aquello que no podamos producir ya
sea por falta de materia prima, necesaria experiencia o formación adecuada (si
es que no se puede solucionar de otra forma). La “Taberna Eulogio” que está en
Lavapiés, con ese nombre tan castizo, es regentada por un matrimonio de origen
Chino; pues ahí también deberíamos ir a tomarnos una cerveza. Porque el
matrimonio compra el pan al panadero de la esquina, la cerveza Mahou a la
fábrica que está en Madrid, y la leche a Central Lechera Asturiana. ¿Y sabes
quienes trabajan en la fábrica de Mahou y de Central Lechera Asturiana? …
nosotros, todos nosotros. Porque todos nosotros nos vamos a ver beneficiados si
seguimos produciendo y consumiendo aquí y ahora. Y el matrimonio que regenta la
Taberna Euologio, también integra el “nosotros” al que me refiero.
Ojo, que no me estoy poniendo en un ámbito de superioridad
moral, que yo también compro cosas en Amazon. Pero quizá haya que pensar si es
necesario comprar TODO en Amazon, o solo aquello que nadie más nos puede
proveer en el tiempo y la forma que necesitamos. Quizá podamos nivelar un poco
más la balanza sin necesidad de renunciar a un producto de Amazon o un pantalón
del Primark. Si hemos sido capaces de consumir muchas menos bolsas de plástico
que antes y acostumbrarnos a llevar nuestras propias bolsas o usar mas bolsas
de papel reciclable, quizá el próximo paso sea éste. Todos los cambios de
hábitos y actitudes generan resistencia y requieren esfuerzo, pero lo que hay
que pensar es si vale la pena. Dejar de fumar en espacios públicos generó mucha
resistencia, pero creo que casi nadie a día de hoy piense que no ha sido algo
positivo.
Lo que toca es construir una casa para todos con unos
cimientos fuertes, que no se vean destruidos tan fácilmente cuando soplen
vientos desde otro punto cardinal o alguien estornude fuerte en la ciudad de
Wuhan. Ejerzamos la memoria, la responsabilidad, la generosidad, la empatía… y
seremos más fuertes, incluso contra los virus y las bacterias.