jueves, 9 de abril de 2020

Cimientos productivos después del Coronavirus


Ahora entonces empezamos a pensar que quizá, y solo “quizá”, haya que traer la producción de material médico a España para no ser tan dependientes del exterior. Ahora nos damos cuenta que liquidar el tejido productivo de un país es aceptar una enorme vulnerabilidad en tiempos de necesidad. Ahora… recién ahora… Pero bienvenido sea.

Pero vayamos un poco más allá; ¿Por qué traer solo la producción de mascarillas y respiradores? ¿Por qué no empezar a fabricar destornilladores, cinta aislante, servilletas, calcetines, bandejas de desayuno, lápices? ¿Por qué no empezar a producir aquí los vasos de plástico, los cargadores de móvil, los cordones para los zapatos, las chanclas de playa, las gafas para la piscina? Ah…. Es que nos van a salir más caros que en China, y si son más caros no los vamos a comprar. Entiendo…. O no.

Cuando hablamos de traer la producción de China a España (o a Europa por lo menos), nos llenamos la boca de patriotismo, pero luego si existe la posibilidad de comprar un vaso de plástico Chino por 0,30€, lo preferimos a comprar uno fabricado en Toledo que cueste 0,90€. Preferimos unos calcetines fabricados en Pakistán por 5€ los cinco pares, que tres pares por 6€ fabricados en un polígono de Huelva. Igual no solo los gobiernos tienen que cambiar de prioridades, sino nosotros también.
Yo sé que todos somos unos asalariados de porquería, que llegamos a fin de mes contando con los dedos de una mano las monedas de un euro que nos quedan en la cartera, y por eso vamos a lo más barato posible. Lo sé, y lo entiendo. Pero quizá deberíamos pensar más allá. Porque comprar un vaso de 0,30€ no beneficia a nadie; a ti no te saca de pobre, y al Chino que está 12 horas encerrado en una fábrica produciéndolo tampoco. Igual hay que pensar que si gastas 0,90€ en un vaso fabricado en Toledo, no vas a ser menos pobre; pero igual ayudas a que una persona en Toledo tenga un puesto de trabajo. Y quizá esa persona de Toledo se venga a Madrid a tomar unas cañas una vez por semana y se deje 5€ en el Bar de Pedro, ese que está en la esquina de tu casa y que tanto te gusta porque te saluda por tu nombre cada mañana que pasas a buscar el pan. Y dicho sea de paso, resulta que Pedro compra el pan en la panadería de la esquina, esa que lleva 25 años abierta y que a duras penas sobrevive.

Hemos aceptado la globalización con los cuernos agachados. Una globalización que beneficia a los de siempre; que nunca somos nosotros, ni tampoco los que fabrican los productos que compramos a precio de miseria. Lo que se ha globalizado es la pobreza, no la riqueza. Pero estamos encantados de comprar cinco paños de cocina en el Chino por 3€, mientras a la salida vemos a un señor durmiendo dentro de un cajero automático.

Igual deberíamos pensar con la cabeza y el corazón puestos un poco más allá. Un poco más allá de las 24 horas posteriores a este momento. Quizá deberíamos asistir a cursos de economía colaborativa, a charlas sobre comercio justo, a pequeños terremotos mentales que nos saquen de esta rueda en la que estamos metidos. Una rueda extremadamente frágil, porque hemos desmantelado el aparato productivo pensando que lo único que da de comer es el turismo y los bares. Y el día que un virus entra por la puerta de atrás, nos deja con el esfínter anal al aire. ¿Qué persona en su sano juicio va al casino y apuesta todos sus ahorros a un único número en la ruleta? Nadie, ¿verdad? ¿Entonces por qué hemos decidido apostar nuestro futuro y el de las próximas generaciones a 2 o 3 áreas de la economía? ¿Qué pasa si mañana los turistas deciden que Nigeria es más bonita que España? ¿Qué pasa si mañana se descubre que las cervezas en casa saben mejor que en el bar? … ¿Se acabó? ¿Nos vamos todos a vivir debajo de un puente?

Ojalá esta experiencia nos sirva más allá de aprender a lavarnos las manos. Quizá nuestro problema sea justamente ese: que durante demasiado tiempo nos hemos “lavado las manos” sobre muchos temas.  Mucho me temo que tenemos memoria de mosquito, y nos olvidaremos pronto de lo importante que es la sanidad pública, el pequeño comercio, o el tejido productivo local. No soy muy optimista, pero al menos creo que es hora de que nos paremos a pensar si vale la pena ahorrar 20€ al mes, a costa de ir poco a poco destrozando nuestra riqueza como sociedad.
Lo viví en Uruguay, cuando decidimos que valía más la pena comprar todo de Brasil porque era más barato. Nos fuimos erosionando nuestros propios cimientos hasta que tuvimos que salir con el rabo entre las piernas a buscar suerte en otro continente. Y en España llevamos años haciendo lo mismo, erosionando nuestros propios cimientos. 

No digo con ésto que la responsabilidad sea solo nuestra, porque hay gente en posiciones de comando que tampoco hacen mucho para cambiar esto. ¿Pero sabes que cada tantos años puedes elegir si quieres que sigan los mismos ahí arriba o no? …. No voy a ponerme a hacer política partidista ahora, pero lo dejo caer. 

Volviendo atrás, lo que digo es que hay una responsabilidad individual, que tiene que ver con nuestro día a día y que podemos cambiar, aunque cueste un poco de esfuerzo. Comprar en el pequeño comercio, gastar un poquito más en productos prefiriendo lo local sobre lo importado, defender y promover la difusión de la cultura de lo público sobre lo privado. Y si es privado que al menos repercuta en todos nosotros, y no solo en unos pocos que están en chalets a los que nunca vamos a entrar a menos que sea para limpiar los baños. 

Y ojo, que con esto no estoy diciendo que no tengamos que comprar en un Chino, o que de pronto ahora tengamos que ver a la población China como una especie de enemigo público (quizá no debería haber mencionado a China tanto en este texto). Todo lo contrario; también hay pequeños comercios (restaurants, cafeterías, tiendas de estética, etc.) regentados por personas de origen Chino y que son parte de nuestra sociedad y que merecen esta misma consideración. Solo digo que tenemos que volver a producir aquí, volver a consumir aquí, intentar comprar de fuera solo aquello que no podamos producir ya sea por falta de materia prima, necesaria experiencia o formación adecuada (si es que no se puede solucionar de otra forma). La “Taberna Eulogio” que está en Lavapiés, con ese nombre tan castizo, es regentada por un matrimonio de origen Chino; pues ahí también deberíamos ir a tomarnos una cerveza. Porque el matrimonio compra el pan al panadero de la esquina, la cerveza Mahou a la fábrica que está en Madrid, y la leche a Central Lechera Asturiana. ¿Y sabes quienes trabajan en la fábrica de Mahou y de Central Lechera Asturiana? … nosotros, todos nosotros. Porque todos nosotros nos vamos a ver beneficiados si seguimos produciendo y consumiendo aquí y ahora. Y el matrimonio que regenta la Taberna Euologio, también integra el “nosotros” al que me refiero.

Ojo, que no me estoy poniendo en un ámbito de superioridad moral, que yo también compro cosas en Amazon. Pero quizá haya que pensar si es necesario comprar TODO en Amazon, o solo aquello que nadie más nos puede proveer en el tiempo y la forma que necesitamos. Quizá podamos nivelar un poco más la balanza sin necesidad de renunciar a un producto de Amazon o un pantalón del Primark. Si hemos sido capaces de consumir muchas menos bolsas de plástico que antes y acostumbrarnos a llevar nuestras propias bolsas o usar mas bolsas de papel reciclable, quizá el próximo paso sea éste. Todos los cambios de hábitos y actitudes generan resistencia y requieren esfuerzo, pero lo que hay que pensar es si vale la pena. Dejar de fumar en espacios públicos generó mucha resistencia, pero creo que casi nadie a día de hoy piense que no ha sido algo positivo.  

Lo que toca es construir una casa para todos con unos cimientos fuertes, que no se vean destruidos tan fácilmente cuando soplen vientos desde otro punto cardinal o alguien estornude fuerte en la ciudad de Wuhan. Ejerzamos la memoria, la responsabilidad, la generosidad, la empatía… y seremos más fuertes, incluso contra los virus y las bacterias.

La sifilítica del pueblo

     Las telenovelas nos pueden dar escenas muy bizarras e increíbles, pero a veces en su título podemos encontrar una verdad incontestable....