Las telenovelas nos pueden dar escenas muy bizarras e increíbles,
pero a veces en su título podemos encontrar una verdad incontestable.
"Pueblo chico, infierno grande" es una telenovela mexicana producida
por José Alberto Castro para Televisa en 1997. Fue protagonizada por Verónica
Castro y Juan Soler, y en su título resume muy bien una realidad que me ha
tocado experimentar de primera mano en los dos meses que llevo en Ferrol (A
Coruña).
Hace mes y medio aproximadamente, en una analítica de
rutina, descubrí que tenía unos indicadores sospechosos de sífilis. No una
infección declarada, pero digamos que la analítica no era negativa del todo.
Por lo cual decidí inmediatamente someterme a tratamiento sin esperar ninguna
confirmación e hice lo que he pensado siempre que es lo más adecuado: avisar a
las personas que pudieron estar en riesgo para protegerles a ellas y a otras
personas indirectamente. Craso error, CRASO ERROR.
Avisé a dos personas. Si bien al menos con una de ellas la
posibilidad de contagio era casi nula, avisé simplemente por hacer lo correcto y
cuidar de los demás incluso aunque no les conociera en profundidad. Pues una de
esas dos personas se ha dedicado desde hace mes y medio y hasta el domingo
pasado como mínimo (me consta de primera mano), a hacer de esa información que
yo le brindo en carácter confidencial y privado, una especie de noticia a viva voz para todos los gays del pueblo (y quien sabe cuántas madres de familia
también... por las dudas).
Hoy una persona, protegida por el anonimato de una red como
Grindr, sin foto, sin descripción y sin nada, me atacó con una ristra de
barbaridades y salvajadas que no se han visto ni siquiera en "Hermano
Mayor" (Dakota estaría orgullosa). Cosas como que yo era responsable de
haber "contagiado a todos", que esto era como "Wuhan" y que
yo era el "paciente cero" y que había "iniciado una
pandemia" (todo lo que pongo entre comillas no son exageraciones, son
reproducciones fieles de fragmentos de esa conversación). Supongo que en Ferrol no existía la sífilis hasta que llegué yo, aunque me consta que muchos de esos
maricones no se hacen una serología desde el año 2018, con lo cual no sé cómo
pueden saberlo con tanta certeza.
... y me sentí francamente MAL
Yo que ya tengo casi 43 años y la piel bastante gruesa y
curtida, me sentí mal. La mezcla de ignorancia y maldad que se me lanzó a la
cara, me hizo daño. Se me llegó a decir que yo sabía que tenía sífilis y que
casi de forma premeditada o intencionada, había contagiado a otras personas. Me
dio hasta vergüenza tener que rebatir semejante fantasía, semejante ignorancia,
semejante injusticia. Poco más y se me acusa de haber preparado la sopa de Pangolín... que digo preparar la sopa, ¡DE FOLLARME AL PANGOLÍN! Me sentí traicionado en mi buena fe, pensando que hacía
lo correcto y recibiendo a cambio todo el odio y la intolerancia que tenían en
reserva.
Me he puesto a pensar; si a mí con 43 años, con tantas cosas
vividas y aprendidas, me ha dolido... ¿Qué puede pasar a un chico de 20 o 25
años, que un fin de semana se siente desinhibido y tiene la mala suerte de acabar
con una gonorrea? ¿Qué le pasa si tiene que verse en la situación de tener que
avisar a alguien y recibir a cambio el rechazo de toda una comunidad? Si yo con
43 años me he sentido mal, no me extraña que luego de algo así un chico de 20
años decida que se va del pueblo, que este no es su lugar. Lo más triste, es
que ese chico no se va escapando de la homofobia "del pueblo"; lo
realmente triste es que ese chico se va escapando de la homofobia "de los
maricas del pueblo". Esa gente que, supuestamente, comparte tu forma de
sentir, tu forma de vivir tu sexualidad, tus afectos, tus relaciones. Esa gente
que crees que te va a apoyar o al menos entender en momentos difíciles, es la
primera que te da la espalda, te señala con el dedo, te escupe a la cara, te dice
que eres una guarra, una cerda, una sidosa, una puerca, la paciente cero, la
que trajo la sífilis al pueblo, la irresponsable, etc.
Como yo soy un optimista a prueba de bombas, pienso que no
toda la gente es así. Ni siquiera la mayoría. Estas personas son maricones de
pueblo (y perdón por usar "de pueblo" de forma despectiva, pero ya me
entendéis) absolutamente amargados, pero que en su amargura quieren arrastrar
al resto de personas a su abismo.
La ignorancia es tolerable, incluso es solucionable; pero
mezclada con maldad parece no tener remedio. En su momento yo he pensado que podía
cambiar algo, ser un agente de cambio, de visibilización... pero me han quitado
las ganas. Yo no soy El Quijote, no me apetece darme de bruces una y otra vez
contra un molino de viento. No me quiero exponer a que me lastimen por defender
un colectivo que no solamente no quiere que le defiendan, sino que además se
ataca desde dentro como un cáncer.
Solo quiero animar a reflexionar a quienes todavía pueden
torcer su actitud (otra gente ya está perdida). Animo a que nos cuidemos entre
nosotros, que seamos tolerantes, empáticos, comprensivos. Que en lugar de
señalar con el dedo, demos las gracias. Que seamos conscientes de lo mucho que
duelen algunas palabras. De lo mucho que podemos empujar a una persona a la
absoluta infelicidad (me refiero más al chaval que acaba de salir de casa de
sus padres, no a mí... que ya no me mata ni el cianuro). La autodestrucción
puede ser individual (la he visto mucho en Madrid) o colectiva (la estoy viendo
en Ferrol), pero es autodestrucción de cualquiera de las maneras. Somos pocos, y mas en "el pueblo", no nos podemos dar el lujo de tratarnos como mierda; aunque solo sea con un fin práctico y no moral.
Yo les deseo, de todo corazón, a todos los que me tienen enredado en sus lenguas desde hace 45 días, que nunca reciban una "mala noticia" en una serología (si es que algún día se deciden a actualizar la de 2018). Espero que nunca tengan que recibir en sus carnes estos palos. Que nunca tengan que sumar al sufrimiento de estar enfermos (porque si, una persona con una ITS no es una guarra, sino que está ENFERMA), el sufrimiento de ser señalados como personas de tercera categoría deshechables, humillables y prescindibles. Les deseo desde el fondo de mi corazón que no les pase.. y si les pasa, que al menos APRENDAN y sean un poco menos miserables con los demás.
Otra obra literaria, un poco más lejana en el tiempo a las
telenovelas, es el "Martín Fierro" de José Hernández escrito en 1872.
Pero igual que las telenovelas, puede encerrar verdades que tenemos que
grabarnos a fuego en nuestros corazones. Y en una de sus páginas, dice un verso
que nos deberíamos aplicar, todos aquellos que pertenecemos a una
"minoría", cualquiera que sea:
"Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera,
tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se
pelean los devoran los de ajuera"
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